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Artistas atormentados (I): Hugo van der Goes

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Hugo van der Goes, Dormición de la Virgen (h. 1482). Museo Groeninge de Brujas.

Tradicionalmente se ha considerado a los grandes artistas como genios con un don innato (es conocida la famosa anécdota del Giotto pastor que dibuja una oveja sobre una piedra con tal verismo que Cimabue queda impresionado con el talento natural del joven); en muchas ocasiones, esta “genialidad” venía acompañada de sentimientos exacerbados y pasiones incontrolables, lo que hoy consideraríamos patologías mentales. Con este artículo, queremos comenzar una serie dedicada a algunos de los más famosos (y otros no tanto) artistas atormentados que ha dado la Historia del Arte occidental.

En primer lugar, nos ocuparemos de Hugo van der Goes (h. 1440-1482), representante de la pintura flamenca de la segunda mitad del siglo XV y uno de los primeros artistas con enfermedades mentales de los que se tiene constancia. Van der Goes formaba parte del gremio de pintores de Gante en 1467, por lo que tenía un éxito considerable. Unos años después, decidió ingresar en un monasterio cerca de Bruselas, donde se le otorgaría un rango a medio camino entre laico y monje. Por esta razón, mantendría ciertos privilegios que no le eran concedidos al resto de monjes.

Se cree que el inicio, o al menos la manifestación externa, de su enfermedad tuvo lugar durante un viaje que realizó junto con un grupo de hermanos del monasterio hasta Bruselas. Algunas crónicas cuentan que durante una de las noches del citado viaje, Van der Goes “fue acometido por una extraña enfermedad de su mente. Gritaba incesantemente que estaba perdido y sentenciado a la condenación eterna. Incluso se hubiera lesionado de no haberlo impedido por la fuerza sus compañeros”. Tras este episodio, lo llevaron lo más pronto posible de vuelta al monasterio, donde estuvo bajo el cuidado de los monjes, pero sus ataques no remitían.

Hugo van der Goes, Tríptico Portinari (1475-1478). Galería Uffizi de Florencia.

Hugo van der Goes, Tríptico Portinari (1475-1478). Galería Uffizi de Florencia.

Es el hermano Gaspar Ofhuys, cronista del monasterio y con conocimientos médicos, quien hace un diagnóstico de la enfermedad de Van der Goes. Ofhuys afirma que sufre de frenesis magna o frenesí del cerebro, una enfermedad de aflicción mental que le lleva a herirse a sí mismo. Atribuye las causas de esta dolencia al exceso de comidas melancólicas (aquellas que producen bilis negra), al consumo de vinos fuertes o a ciertos tormentos del alma que, en ocasiones, pueden causar estos frenesíes, como la tristeza o el desasosiego. Según Ofhuys, a esto se une la continua preocupación de Van der Goes por terminar sus cuadros. No obstante, el cronista concluye afirmando que “lo que realmente le aquejaba sólo Dios lo sabe”.

Estudios más recientes han lanzado varias hipótesis que intentan explicar la enfermedad mental de Van der Goes. La teoría más aceptada es la que ya apuntara Ofhuys, y es que se cree que el enorme éxito y fama de los que gozaba Van der Goes fueron la causa de su enfermedad, ya que los muchos honores y los privilegios que se le habían concedido le ocasionaban un conflicto con sus deberes religiosos en el interior del monasterio; Van der Goes estaba sometido a una gran presión mental que no supo, o no pudo, canalizar de otra manera. En definitiva, la enfermedad que aquejó a Van der Goes durante varios años fue una fuerte depresión de la que no llegó a recuperarse completamente.

Hugo van der Goes, Dormición de la Virgen (h. 1482). Museo Groeninge de Brujas.

Hugo van der Goes, Dormición de la Virgen (h. 1482). Museo Groeninge de Brujas.

Este conflicto interior se manifiesta también en algunas de sus obras. En el Tríptico Portinari (1475-1478), realizado justo antes de entrar en el monasterio, se aprecia, por un lado, la riqueza y el lujo de las texturas y las vestiduras que portan los ángeles en la tabla central, así como las figuras de los donantes en las tablas laterales; por su parte, se considera que Van der Goes fue uno de los primeros artistas en incluir personajes pobres y feos en sus cuadros, cuyo mejor ejemplo son los pastores que adoran al niño Jesús en la tabla central, entendidos como personas iluminadas por la divinidad y no como seres repulsivos.

Más ilustrativa resulta quizá la que es considerada su última obra, realizada después de sus fuertes ataques mentales, la Dormición de la Virgen (h. 1482). Aquí ya no hay una dicotomía entre la suntuosidad propia de la fama y el éxito que alcanzó su pintura y la austeridad de sus convicciones religiosas como ocurría en el Tríptico Portinari. En esta obra no queda rastro de preocupaciones mundanas; Van der Goes buscó el camino de la redención para recobrar la paz espiritual. Pero aún así, en los rostros afligidos y melancólicos de los apóstoles que velan a la Virgen se siguen apreciando el tormento interior y la angustia que acompañaron al pintor durante buena parte de su vida.

 

Vía| WITTKOWER, Rudolf y Margaret, Nacidos bajo el signo de Saturno. Ed. Cátedra, Madrid, 1982.

Más información| VALLEJO-NÁGERA, Juan Antonio, Locos egregios. Ed. Dossat, Madrid, 1987.

Imagen| Tríptico Portinari, Dormición de la Virgen


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